viernes, 23 de abril de 2010

¡Feliz aniversario!

Quiero compartir con ustedes un cuento que escribí hace años. No es otra cosa que honrar la magia de aquellas parejas que, a pesar de los años, aún saben vivir su amor como el primer día. ¡Espero que lo disfruten!

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Una explosión de luces de colores bañó el escenario y la música se derramó sobre la sala, sensual, mórbida, densa de acordes premiosos. Unos instantes y apareció Fiona Lyon, como una alucinación, en el medio de una sinuosa cortina de humo que ascendía desde el piso. 
Altos tacones sosteniendo unas piernas columnas, una falda mínima en la que el brillo de las lentejuelas competía con el de su personalidad. Su pelo-peluca-llamarada, cascada de rizos rojos volcándose a lo largo de su espalda. Su escote glorioso, desnudando el epicentro de su femineidad.
Fiona inclinó su cabeza, humedeció sus labios carmín, pestañeó e inició su baile, un contoneo vertiginoso en el que curvas y huecos comulgaban con la cadencia de la música, con las luces aterciopeladas, con el aire, pleno de erotismo y de deseo.