Hace unos días me desperté con dolor de alma. Un dolor muy particular que no era exactamente la clásica melancolía gris, sino cierta bronca contenida que me transformaba en otra mujer. La bronca en cuestión estaba causada por una circunstancia cuya gravedad era igual a cero, pero mi percepción la convertía en algo terrible. Dolor de alma. Eso sentía exactamente.
"Entonces... ¿Qué hacemos?", me dije a mí misma, tratando de espantar a los manotazos la molesta nube negra que me rodeaba. ¿Me aguanto el dolor o busco un remedio, como cuando me duele la cabeza y me tomo una aspirina?