viernes, 27 de septiembre de 2013

Tía… ¡ ya no me gusta Gaturro!

Al no haber tenido hijos propios, mis sobrinos son como si lo fueran, y ese amor irracional, gigante como el mundo, inexplicable, va enterito para ellos dos. Desde que nació Paula hace casi 13 años, me siento conectada a ella a través de una energía invisible que trasciende las palabras. 


Puedo decir que he vivido de cerca todos y cada uno de sus grandes momentos, a pesar de la distancia que nos separa.  Sus primeras palabras balbuceadas, las canciones del jardín, su primer viaje en avión (nunca me voy a olvidar el tamaño de sus ojos, mirando por la ventanilla mientras despegábamos), su faceta de bailarina clásica cuando tendría cuatro o cinco años, sus logros como nadadora, que me siguen inflando el ego con cada competencia que gana, y ahora, cultivando su amor por la palabra escrita, al igual que yo cuando tenía su edad.