lunes, 29 de noviembre de 2010

Cada vez que la vida te acaricia

"Hay que disfrutar cada caricia que nos da la vida", me escribió mi amiga Gloria en un post de Facebook. Y no sólo me emocionó la frase, sino la simpleza, la sabiduría y belleza de su significado. Y aunque lo que quiero expresar suene a retórica trillada, poco original y hasta cursi, creo que vale la pena una breve reflexión.

La vida nos acaricia en muchas más oportunidades de las que podemos darnos cuenta, y lo hace a diario. Sólo que a veces estamos tan concentrados en otras cosas, que sus mimos nos pasan desapercibidos, como quien deja de oír el sonido de la lluvia después de un rato, por ejemplo.


¿Hacemos una lista de algunos de estos momentos? Una caricia por la mañana, cuando abrimos los ojos y encontramos un día cero kilómetro, para estrenar como se nos dé la gana, y una más cuando al final de la jornada el atardecer es un derroche de belleza que no nos cabe en a retina. Otra cuando abrazamos a nuestros seres queridos, cuando nos sentamos en torno a una mesa servida con calor de hogar, cuando el agua de la ducha nos corre tibia por la espalda, cuando trabajamos, porque el trabajo nos engrandece. Otro mimo cuando tenemos la posibilidad de contribuir a la construcción de un mundo mejor, aunque sea un gesto ínfimo, pero has podido dejar una huella.

Y mi lista sigue. La vida me acaricia con cada carcajada a viva voz, con una charla con mis padres casi diaria y a la distancia, a quienes puedo ver sanos y felices gracias a la tecnología, al igual que mi hermano y mis sobrinos. La vida me sigue mimando desde hace nueve años con el amor y el compañerismo del hombre maravilloso que se despierta a mi lado y comparte mis días, y con el apoyo incondicional de mis amigos, los nuevos y los de entonces.

Y aunque nos cueste verlo de este modo, la vida también nos acaricia cuando una circunstancia desafortunada nos ofrece la posibilidad de aprender una lección, de formar el carácter, de volvernos un mejor ser humano, de evolucionar.

La vida me mima, la vida nos mima.

Desde este momento me propongo a mí misma prestar más atención a las innumerables caricias de la vida. Y recordar las palabras de Gloria cada vez que me queje por cosas que no puedo controlar, o que refunfuñe por puro deporte, o que me enoje y maldiga a los cuatro vientos... ¿Cómo me sentiría yo, o tú, o cualquier persona si alguien a quien estamos prodigando amor nos responde con un grito malhumorado?

1 comentario:

  1. Muy cierto, Vero. Gracias por tu amistad y por ser una de las caricias de mi vida.

    ResponderEliminar