viernes, 8 de agosto de 2014

Los maestros que me construyeron

Soy una convencida de que cada persona que pasa por nuestra vida, viene a enseñarnos algo. En forma de amigo, de familiar, de profesor, de jefe, y hasta de extraño, los maestros aparecen sin que ni tú ni ellos mismos sepan que lo son. Lo impresionante es que con el correr de los años puedes entender el valor de sus enseñanzas y el porqué de su paso por tu vida.  

En efecto, en mis cuatro décadas y media de existencia, he atesorado enseñanzas de personas que me ayudaron a construir a la mujer que hoy les escribe. Aquí, un breve resumen de algunos de mis grandes maestros de vida.


- De mis padres aprendí la generosidad: dar a manos llenas, hacer feliz al otro con un gesto, con un cumplido, con una palabra de aliento, con un regalo por más diminuto que sea. Los recuerdo a ambos en sus épocas de bonanza, la generosidad hecha persona con amigos, familiares y compañeros de trabajo,  compartiéndolo todo y disfrutando del placer de dar. 

- De mis abuelos, aprendí la honestidad, y la tranquilidad que deviene de caminar con la frente alta vayas donde vayas. Desde chica me enorgullecía oír hablar de Don Giaco Balansino o de Don Ángel Genero… Estaban muy lejos de ser ricos y poderosos, pero ambos eran palabra mayor en sus respectivos pueblos.

- El amor por las letras me llegó desde niña, y buena parte de esto se lo debo a mi maestra de Lengua, Gloria Cassaroli, y más tarde a mi profesora de Castellano, Alicia Carroza. Ambas sembraron en mí la semillita literaria y me animaron a crear, a imaginar, a respetar a nuestro hermoso idioma español. Más tarde, la entrañable Mimi Belt  me enseñó a plantear una atmósfera bella para situar una historia, y a construir personajes sólidos y multidimensionales como pilares para una excelente narración literaria. De mi amiga Anjanette Delgado, adopté la disciplina a la hora de escribir, la importancia de una buena investigación que sustente el relato, y cómo plasmar una historia valiéndote de pegatinas en la pared.

- Cuando me asomaba al mundo adulto, en mis tempranos 20, de mi amigo Dany Durand aprendí a perseguir mis sueños, a trazarme metas claras  y no parar hasta alcanzarlas, y a arriesgarme por lo que creía. Dany me enseñó a pensar como emprendedora, y a ser una mujer de recursos, independiente.  Sus frases inolvidables: “El mundo es de los audaces” y “Hay que estar preparado para la oportunidad: la oportunidad se presenta por accidente; el estar preparado no”.

- Mi amigo Ale Cativelli sostenía que la primera impresión es lo que cuenta, y lo reflejaba en una de sus máximas, que me acompaña hasta hoy: “Una segunda oportunidad jamás podrá suplir a una brillante primera impresión”.

- Elisa Botti fue una mujer que admiré desde mi adolescencia, y que en ese entonces me mostró cómo ser una “modelo de mujer”. Aprendí a quererme y a caminar sobre los tacones altos, reafirmando no solo mis pasos, sino también mi personalidad.  Después de 25 años nos volvimos a encontrar, las dos en un plano mucho más elevado, y en circunstancias muy diferentes. Esta vez, mi gran maestra me enseñó a conectarme con el placer, a rechazar el rol de víctima, a reencontrarme con mi lado femenino, y a perdonarme más. También, a entender que todo en la vida es acerca de interpretaciones. Aquí una de sus afirmaciones: “las cosas son como son, y no como tú las interpretas”. 

- Como toda alma creativa, las finanzas nunca fueron mi punto fuerte. Pero allí apareció el amor de mi vida, Juan Mezzini, de quien aprendí cómo negociar un contrato, cómo exigir por mi trabajo lo que realmente vale, y cómo crear y analizar un presupuesto basado en realidades numéricas, con miras a un negocio más rentable. Y como buen contador,  me hizo entender la importancia de tener “todos los papeles en regla” y las finanzas bajo control.

- De los pocos jefes que tuve, pude aprender cantidad, aunque no todos los aprendizajes me resultaran agradables en aquel entonces. Sergio Roitberg y María Pis Dudot me enseñaron a moverme en el complejo mundo corporativo americano, y Valeria Sessa a ser extremadamente rigurosa a la hora de redactar una pieza periodística.  De María: “Para el cliente, todo debe ser smooth”. De Valeria, cuestionando una afirmación sin atribuir en un texto: “¿Y esto quién lo dice?” y “No editorialices”. Hoy las aplico en todo momento en mi tarea de puntillosa editora de contenido.

Peter Blacker, Álvaro Moncada y Borja Pérez me revelaron los secretos de la nueva era digital, cómo comunicar en los nuevos medios y cómo estar un paso adelante en esta vertiginosa industria online. Una frase de Borja que siempre me acompaña: “Hoy en día, el periodista que no se vuelva digital, que piense en retirarse”.   

- Mi suegra, mi adorada Negrita, me dio a entender que para todo hay una edad. En sus cánones de sobria elegancia, una falda muy corta, un color de pelo osado o unos tacones desmesurados cuando ya no tienes 20, hacían aflorar toda su ironía en frases colosales, lapidarias, pero terriblemente ciertas: “si hay algo de lo que nuca se regresa es de la muerte y del ridículo”, y “lo poco agrada, lo mucho enfada”. 

A todos ellos, y a muchos otros que no aparecen aquí, gracias por tanta sabiduría, por ayudarme a crear a esta Vero que busca ser un poco más iluminada, un poco más generosa y mucho, pero mucho más feliz cada día.

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