jueves, 28 de octubre de 2010

Una copa de vino con Fabiola

Un martes cada quince días, Fabiola viene a casa y, con sus manos mágicas, deja cada cuarto reluciente, con olorcito delicioso, parece como si limpiara hasta el mismísimo aire, dejándolo fresco, límpido y transparente. Ella levanta sillas, enrolla tapetes, plumerea muebles, sacude almohadones y aspira pisos, mientras su presencia bonachona, dicharachera y alegre le pone sonido a mis concentradas tardes frente a la computadora.

Tiene un semblante de madraza protectora que, estando tan lejos de mi propia mamá y en un país donde una tiene que ser 100% autosuficiente, me hace sentir consentida, escuchada, querida.


Fabiola me cuenta historias de su Colombia natal, de su llegada a este país, de sus hijos, de su lucha cotidiana que ella vive día a día como una gran bendición, de su trabajo que disfruta de cabo a rabo, con energía, exudando felicidad y agradecimiento por lo que la vida le puso por delante. A su paso y entre baldes, escobas y olor a Pinoluz, Fabiola me llena de ondas positivas y de amor por la vida.

El martes pasado, ya bien entrada la noche, Fabiola y yo terminábamos nuestro día, cada una en lo suyo. Ella, dando los toques finales al familiy room; yo, apagando la computadora y poniéndome a cocinar una salsita filetto. Descorché un Cabernet de Chile, preparé unos apetizers y la invité con una copa, mientras la salsa barbullaba en la hornalla y las berenjenas comenzaban a hornearse. Hablábamos de viajes, de recetas de cocina, de nuestro fanatismo por el orden y la limpieza, nos reíamos a carcajadas de una de sus historias bizarras, cierto ingeniero de Brooklyn que construyó unos puentes impresionantes estando totalmente borracho...

Esa noche, disfruté mucho de mi copita de vino con Fabiola, me encantó convidarla con mi ensalada capresse y verla probar mis berenjenas y mi salsa filetto. Fue un momento espontáneo, descontracturado, que ambas nos regalamos, bebiéndonos con cada sorbito de Cabernet la risa, la felicidad de habernos encontrado en el camino y el agradecimiento por poder compartir todo aquello.

¿Acaso la vida está hecha de otra cosa que no sea de instantes como este? Simples, cotidianos, con calor de hornalla, charla de la buena y sentimientos que afloran de lo profundo del corazón.

2 comentarios:

  1. Estupendo. Casi que se puede oler tu salsa filetto. Avísame cuando Fabiola se tome unas vacaciones. Con gusto voy a limpiar tu casa por tal de terminar la jornada compartiendo unas copas de vino contigo. Ja, ja, ja.

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  2. Genial tu descripcione Verito ....es tan bueno valorar a la gente que nos rodea y nos ayuda con su ayuda ...que lindo sentir esa compania .
    Me fascino tu Fabiola .Me senti parte de esa genial comibinacion de charla con olores de Comida !!un besote Verito es Genial Genial lo que escribiste !!!

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